Entonces decidí no seguir huyendo de mi pasado, decidí enfrentarlo y que iba a ganar y a no esperar a que llegaran las oportunidades sino a que yo mismo las iba a buscar.
Comprendí que cada problema en mi vida era la oportunidad que me daba Dios para pensar y encontrar una solución creativa y convertirla en una herramienta para mí y para los demás.
Tambien aprendí a ver un espacio vacio como la oportunidad de llenarlo con todas las ideas que pasan por mi mente.
Orar que bello, aprendí a ver cada noche y mis valiosos silencios como los mejores momentos para orar y reflexionar.
Renuncie a fracasar y decidí ver tambien cada día como una nueva oportunidad de reconciliarme conmigo mismo y darme otra oportunidad.
Aquel día descubrí que mi único rival no eran más que mis propias debilidades, y que en estás se escondia el secreto sobre la forma de superarme, aquel día deje de temer a perder y empecé a temer a no luchar, entonces descubrí que no era yo el mejor de todos y que quizás nunca lo fuí, entonces me dejó de importar quien ganara o perdiera, ahora me importaba simplemente saberme que en el día de hoy soy mejor que ayer.
Gracias a ello aprendí que lo más importante no era llegar un día primero a la meta, sino a jamás dejar de prepararme lo mejor posible para el proximo día por venir.
Aprendí que el mejor triunfo que puedo tener, es el de dar un abrazo sincero a mis familiares y amigos. Y descubrí que el querer a otros es más que una simple sonrisa pasajera, aprendi que querer “es un estilo de vida”.
Renuncie a ser un reflejo de mis triunfos pasados y empecé a ser mi propia lúz de este presente; aprendí que de nada me sirve ser lúz si no voy a iluminar el camino de los demás.
Cambie mis actitudes aquel día y decidí borrar el dolor que me fue causado por mis seres más queridos y aprendí a que tenia que perdonarlos y mire mis errores tambien con ellos y tambien me decidí a cambiar y a que tambien me tenia que perdonar.
Inicie un proceso interno espiritual para dejar de buscar a Dios afuera y comence a hallarlo dentro de mi mismo y comence a creer con dura Fé que ya no vivo yo, ahora es El quien vive en mi.
Aquel día decidí cambiar tantas cosas, aquel día aprendí que los sueños hermosos que tuve de niño eran una misión y responsabilidad para hacerlos realidad. Desde aquel día ya no duermo para descansar, ahora simplemente duermo para soñar...

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